Sueña
con el típico cuento Disney, un príncipe, un caballo y mil tipos de finales
felices. Ríe bajo la lluvia creyendo que algún día se enamorará de alguien
perfecto para ella, una niña testaruda que no deja de creer en las hadas por
mucho que la intenten quitar la inocencia que conlleva ser pequeña. Un vago
recuerdo, cuando casi diez años después se esconde bajo las sabanas esperando
que eso sirva de algo. Aun conserva eso de la imaginación y todas las noches
antes de llorar hasta quedarse dormida se imagina que su perfectísimo príncipe
se le acerca con un “no te conozco y ya te quiero” reflejado en los ojos. Ha
dejado entrever que se le empiezan a romper los esquemas, que hace mucho tiempo
que dejo de esperar el ser feliz con alguien. Se ha dado cuenta de que la esta
jodiendo la vida, que al final tenían razón con lo de mejor sola que mal
acompañada. Ahora es cuando ve la diferencia entre decir “te quiero” y decir
“yo también”. Esa cría de sueños limpios e ingenuos nunca supo ser fuerte,
hasta que serlo fue la única opción.

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